Cuántas veces sueña uno con tener la vida perfecta y que poco piensa en que la tiene pero la puede perder! Y la pierdes. Y cierras los ojos porque no quieres ver qué es lo que te la ha arrebatado. Y con el paso del tiempo te das cuenta de que lo único que has hecho mientras no abrías los ojos era encerrarte en ti misma y no darte la posibilidad de volver a tener otra vida perfecta.
El verano del 2007 fue para mi lo que siempre había definido como vida perfecta. Y así, sin más, me vi cargando mi micra de maletas, de trastos, de recuerdos, de un poquito de Mallorca. Y llegué a Granada sin ganas de descubrirla, con los ojos cerrados.
Y en este caso no ha sido el tiempo el que lo ha curado todo, porque no había nada que curar. Ha sido la gente, la sierra, las tapas, las calles, el acentillo...ha sido Granada la que me ha hecho ver, me ha abierto los ojos y me ha enseñado que la vida perfecta no es la que uno siempre ha soñado, sino la que uno vive simplemente con los ojos abiertos.
No tengo la playa, pero si una sierra nevada que cada mañana me saluda y cada atardecer me maravilla tiñéndose de colores. No tengo a mis amigos, pero tenerlos lejos me ha recordado lo mucho que los quiero, lo mucho que me quieren y cuánto vale una cena con ellos (nuestro sandwich de jamón y queso en el wana!). No tengo a mi familia, pero ahora sé que están más cerca que nunca. Y tengo a Juanmi, que me demuestra cada día que no me equivoqué dejando atrás a lo que yo pensaba que era una vida perfecta.
El verano del 2007 fue para mi lo que siempre había definido como vida perfecta. Y así, sin más, me vi cargando mi micra de maletas, de trastos, de recuerdos, de un poquito de Mallorca. Y llegué a Granada sin ganas de descubrirla, con los ojos cerrados.
Y en este caso no ha sido el tiempo el que lo ha curado todo, porque no había nada que curar. Ha sido la gente, la sierra, las tapas, las calles, el acentillo...ha sido Granada la que me ha hecho ver, me ha abierto los ojos y me ha enseñado que la vida perfecta no es la que uno siempre ha soñado, sino la que uno vive simplemente con los ojos abiertos.
No tengo la playa, pero si una sierra nevada que cada mañana me saluda y cada atardecer me maravilla tiñéndose de colores. No tengo a mis amigos, pero tenerlos lejos me ha recordado lo mucho que los quiero, lo mucho que me quieren y cuánto vale una cena con ellos (nuestro sandwich de jamón y queso en el wana!). No tengo a mi familia, pero ahora sé que están más cerca que nunca. Y tengo a Juanmi, que me demuestra cada día que no me equivoqué dejando atrás a lo que yo pensaba que era una vida perfecta.