Ana

En esa casa nunca hay cambios. Siempre que alguien vuelve, haya pasado el tiempo que haya pasado, repasa todas las habitaciones por si se encuentra con algo nuevo. A falta de sorpresas, inspecciona la nevera, quizás en busca de algo que quedara de la comida de ese día. Tampoco le sorprende que prefiera un cacho de tortilla al jamón de Jabugo o al entrecot.

Esos días no iban a ser diferentes. En esa casa no había señal de navidad. En la puerta de entrada no te recibe un cartel deseándote felices fiestas, en los espejos no hay nieve, ninguna postal navideña mira la tele y por supuesto ni rastro de arbolito disfrazado.

Lo que siempre falta en esa casa es algo, pero nunca ella. Ella te quita el dolor de cabeza con sólo hablarte, sabe calmarte con su sonrisa, te quita tus problemas sólo contándoselos, te hace reír hasta recordando las historias más tristes. No le da ni miedo ni pereza satisfacer a los demás y jamás, jamás, espera nada a cambio. Ella nunca está enferma, sólo la han operado unas cuantas veces, tiene problemas de bronquios y cada mañana se toma dos pastillas, pero hace tiempo decidió que se puede hacer la compra con dolor de piernas y preparar la sopa con dolor de cabeza. Y así la ven todos, capaz de hacer lo que sea.

En esa casa faltan cosas, pero está llena de sonrisas, de historias, de líos, de comidas, de peleas y reconciliaciones, de hermanos, de sobrinos y nietos...y ella hace que eso sea su familia.

Jéssica hb